En dicha presentación nunca se aludió ni la situación de las mujeres con discapacidad, ni tampoco la de las mujeres que tienen a su cargo a niños con discapacidad.
En el caso de las primeras, es innegable que la discapacidad se convierte en un factor que agrava la discriminación y por tanto, debe ser tomado en cuenta al momento de elaborar políticas de estado que busquen la igualdad de género.
Si bien no existen estadísticas al respecto, es más que evidente que la combinación de mujer y discapacidad incide negativamente en el círculo de violencia familiar y sometimiento que padecen cientos de miles de mujeres peruanas, a lo cual se suma la indolente ceguera de nuestras autoridades para enfrentar este tema.
El caso de las miles (o millones) de valientes mujeres que tienen a su cargo, no sólo niños, sino aún adultos con discapacidades severas, no resulta más alentador, sino todo lo contrario, pues no sólo viven los efectos de la discapacidad de sus hijos, sino sus efectos indirectos (sobre todo en la parte económica), a lo que se añade la indiferencia de una sociedad que ignora el eterno vía crucis que padecen.
En tal sentido, la Sociedad Roosevelt no puede permanecer impávida ni inactiva, por lo que, hacemos un llamado a las autoridades pertinentes a fin de visibilizar estas problemáticas barridas bajo la alfombra e incorporar el factor discapacidad a las políticas de igualdad de género.
Es muy cierto, en mi caso tengo una hija de 13 años con discapacidad severa por lo cual es dependiente al 100% (diagnosticada con Parálisis Cerebral desde los 5 meses) como mujer fui discriminada cuando no me renovaron contrato cuando ella tenía solo un año y dos meses, me dejaron en la calle laboralmente luego de haber trabajado casi 10 años en el proyecto de una universidad, y eso fue porque en esos primeros meses de vida en que recién estaba adaptándome y conociendo su enfermedad pedía permisos para llevarla a sus controles médicos tanto en Trujillo donde vivía, así como a Lima donde a veces era hospitalizada, eso molestaba al parecer al director de ese proyecto, no fue justo porque eso no lo hicieron con hombres que muchas veces no iban a trabajar porque estaban mal por borracheras, o el mismo director por su cargo iba cuando quería o podía y nadie le podía decir nada, hay situaciones injustas porque soy profesional y también quisiera dedicar mas tiempo a mi profesión e investigar que es lo que me interesa y solo lo hago en la medida de lo posible porque debo dedicarme a trabajar como independiente para darle mejor calidad de vida a mi hija, y otro asunto es que precisamente para trabajar debo pagar a enfermeras técnicas para que me la cuiden mientras trabajo y sin embargo la SUNAT no reconoce esos gastos que hago al pagar a dos enfermeras con mi propio sueldo, y tengo otra bebe de un año y medio por quien velar, y en gastos de pañales, medicinas y transporte especial de taxis (ya que con mi hija mayor no podemos ir en combis, y ya una vez un auto colectivo no quiso llevarnos), son muchos casos y situaciones especiales que pasamos las madres de hijos con discapacidad. Mi madre tiene 77 años y tengo un hermano mayor de 55 años que no ve ni camina, y por su edad ella también tiene que gastar en enfermeras, taxis, medicinas para que atiendan a mi hermano, y esos gastos no son reconocidos por la SUNAT. El Estado debería ayudar de alguna forma, así como hacen en Argentina, España, etc. Muchos saludos y gracias por tomarnos en cuenta, saludos desde Chiclayo. María Montoya Vera (marianectandra@hotmail.com)
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