Al
menos cuatro de cada 10 mujeres con discapacidad han padecido algún tipo de
abuso sexual, eso sin considerar a aquellas que no lo han comunicado o
denunciado. Aunado a eso, continúa el mismo medio informativo, “no contamos con
la infraestructura para atender la salud sexual y reproductiva de quienes
tienen alguna discapacidad”. Por otro lado, las y los psicólogos y terapeutas
que se mueven dentro del ámbito de la discapacidad
rara vez están capacitados sobre temas de sexualidad para orientar eficientemente a estas personas y a sus familias. Analicemos la situación más a fondo.
Hay dos factores de riesgo presentes en el abuso sexual: uno, el mencionado en el párrafo anterior: la “invisibilidad” de las personas con discapacidad en la malla social. Y dos, se inclina hacia la “sensación de seguridad” del agresor, con la idea de certeza de que la persona de quien ha abusado no podrá revelar lo sucedido y en caso de hacerlo no tendrá credibilidad, por lo tanto no habrá ninguna consecuencia legal.
A menudo se insiste en que en nuestros días hay demasiada información sobre sexualidad, que tal pareciera que si lo necesitamos tenemos al alcance todo lo que deseamos saber; sin embargo, durante las sesiones individuales de atención psicológica o los talleres sobre abuso sexual nos hemos dado cuenta que los huecos quedan expuestos y en estos habitan mitos como:
1) Todo abuso sexual es violento o deja marcas físicas fácilmente observables. Sabemos que no siempre es así. El abuso sexual puede implicar la seducción de la otra persona, lo cual generará en ella confusión emocional y física. El abuso sexual no solo consiste en penetración anal o vaginal, también son tocamientos, caricias, sexo oral, exposición de las partes íntimas y obligar al otro a ver contenido sexual inapropiado para la edad.
2) El agresor por lo general es un desconocido. Regularmente los agresores sexuales están dentro del entorno inmediato de la persona que es abusada: papás, abuelos, hermanos, primos, tíos, amigos de la familia, profesores y compañeros de escuela, entre otros.
3) El agresor es un loco, psicópata, pedófilo. No, esto no siempre es así, comúnmente son personas de apariencia totalmente normal y muy unidas a la familia.
Estos mitos son peligrosos porque se suman a los dos motivos mencionados anteriormente que parecen proteger al agresor sexual indefinidamente. Pero esto tampoco quiere decir que estemos todo el tiempo sobreprotegiendo a nuestros hijos, hijas o conocidos con discapacidad, sino que debemos estar en alerta permanente, mantener el canal de comunicación abierto, creerles siempre y brindarles la orientación sexual adecuada.
Ahora bien, hay un conjunto de creencias falsas en torno al niño o niña con discapacidad:
1) Miente e inventa que está siendo abusado sexualmente.
2) Los niños con discapacidad fantasean experiencias sexuales que no deben ser tomadas en serio por el adulto.
3) Solamente si el niño dice “no” es que se caracteriza el abuso sexual. Mientras no lo diga, significa que lo aprueba y no es abuso.
4) La o el niño con discapacidad que fue abusado sexualmente olvidará y superará la experiencia.
5) La o el niño, joven o adulto con discapacidad no tiene una vida sexual activa, por lo tanto, no necesitan recibir orientaciones sobre sexualidad.
6) Las y los niños con discapacidad son poco atrayentes y, de esa forma, no corren riesgo de abuso sexual.
Estas ideas también son muy riesgosas ya que pueden originar que el abuso sexual continúe durante años, generando un grave deterioro en la salud física, social y emocional de la persona con discapacidad que es abusada.
rara vez están capacitados sobre temas de sexualidad para orientar eficientemente a estas personas y a sus familias. Analicemos la situación más a fondo.
Hay dos factores de riesgo presentes en el abuso sexual: uno, el mencionado en el párrafo anterior: la “invisibilidad” de las personas con discapacidad en la malla social. Y dos, se inclina hacia la “sensación de seguridad” del agresor, con la idea de certeza de que la persona de quien ha abusado no podrá revelar lo sucedido y en caso de hacerlo no tendrá credibilidad, por lo tanto no habrá ninguna consecuencia legal.
A menudo se insiste en que en nuestros días hay demasiada información sobre sexualidad, que tal pareciera que si lo necesitamos tenemos al alcance todo lo que deseamos saber; sin embargo, durante las sesiones individuales de atención psicológica o los talleres sobre abuso sexual nos hemos dado cuenta que los huecos quedan expuestos y en estos habitan mitos como:
1) Todo abuso sexual es violento o deja marcas físicas fácilmente observables. Sabemos que no siempre es así. El abuso sexual puede implicar la seducción de la otra persona, lo cual generará en ella confusión emocional y física. El abuso sexual no solo consiste en penetración anal o vaginal, también son tocamientos, caricias, sexo oral, exposición de las partes íntimas y obligar al otro a ver contenido sexual inapropiado para la edad.
2) El agresor por lo general es un desconocido. Regularmente los agresores sexuales están dentro del entorno inmediato de la persona que es abusada: papás, abuelos, hermanos, primos, tíos, amigos de la familia, profesores y compañeros de escuela, entre otros.
3) El agresor es un loco, psicópata, pedófilo. No, esto no siempre es así, comúnmente son personas de apariencia totalmente normal y muy unidas a la familia.
Estos mitos son peligrosos porque se suman a los dos motivos mencionados anteriormente que parecen proteger al agresor sexual indefinidamente. Pero esto tampoco quiere decir que estemos todo el tiempo sobreprotegiendo a nuestros hijos, hijas o conocidos con discapacidad, sino que debemos estar en alerta permanente, mantener el canal de comunicación abierto, creerles siempre y brindarles la orientación sexual adecuada.
Ahora bien, hay un conjunto de creencias falsas en torno al niño o niña con discapacidad:
1) Miente e inventa que está siendo abusado sexualmente.
2) Los niños con discapacidad fantasean experiencias sexuales que no deben ser tomadas en serio por el adulto.
3) Solamente si el niño dice “no” es que se caracteriza el abuso sexual. Mientras no lo diga, significa que lo aprueba y no es abuso.
4) La o el niño con discapacidad que fue abusado sexualmente olvidará y superará la experiencia.
5) La o el niño, joven o adulto con discapacidad no tiene una vida sexual activa, por lo tanto, no necesitan recibir orientaciones sobre sexualidad.
6) Las y los niños con discapacidad son poco atrayentes y, de esa forma, no corren riesgo de abuso sexual.
Estas ideas también son muy riesgosas ya que pueden originar que el abuso sexual continúe durante años, generando un grave deterioro en la salud física, social y emocional de la persona con discapacidad que es abusada.
¿De qué forma
podemos evitarlo?
Antes que nada
eliminando estos mitos, buscando información pertinente, veraz, actualizada y
oportuna. Acercándonos a aquellas instancias en donde nos pueden brindar
orientación adecuada, por ejemplo la asociación civil Seishad, ubicada en la
Ciudad de México, tiene un portal en Internet en donde coloca boletines
informativos sobre salud sexual; además, a menudo organizan eventos y brindan
asesoría a las personas que lo soliciten.
Existe un vídeo de una entrevista realizada por Espacio Joven a las personas
que laboran en esa institución, y puede encontrarse en Youtube con el título
“Abuso sexual contra personas con discapacidad”, en el mismo exponen una
“solución” que han inventado para el abuso sexual que consiste en la esterilización
sin consentimiento para evitar embarazos no deseados. Pero esto que a simple
vista viola los derechos sexuales de las personas con discapacidad no es en sí
una solución, ya que anteriormente hemos visto que el abuso sexual no consiste
siempre en la penetración vaginal, por otro lado, el agresor seguirá abusando
exista o no de por medio una esterilización.
Yo sé, como psicóloga clínica que ha trabajado con familias y personas con
discapacidad visual, que a veces nos gustaría tener una salida fácil y práctica
a nuestros problemas, que nos dieran una píldora mágica que pudiera cambiar
nuestra realidad, pero para esta problemática no existen salidas fáciles, todo
es un esfuerzo compartido entre especialistas que tenemos el compromiso de
formarnos e informarnos más sobre educación sexual para orientar asertivamente
a familiares, amigos, docentes y aquellos que rodean a las personas con
discapacidad, quienes a su vez tienen la obligación de hacer extensiva esa
información y ponerla en práctica en su vida diaria. Finalmente es un esfuerzo
que tenemos que hacer todos y todas al continuar exigiendo a nuestro gobierno
que legisle sobre políticas públicas que busquen prevenir el abuso sexual en
todos sus niveles.
Fuente:
http://www.elindependientedehidalgo.com.mx/discapacidad-abuso-sexual/
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