Ir de compras es
esa experiencia más o menos satisfactoria pero necesaria que realizamos de vez
en cuando: entrar a la tienda, elegir la que será en un futuro próximo nuestra
ropa, probárnosla si tenemos el tiempo, quedarnos con ella si nos gusta cómo
nos queda, pagar y marcharnos.
Qué fácil es
todo cuando tienes dos ojos que ven, dos piernas que te llevan por las
escaleras de la tienda o una espalda recta que te permite que la prenda te
siente más o menos bien.
Jamás me había
planteado que no pudiera ser igual de fácil para otras personas. También es verdad que jamás había conocido a
personas a las que ir de compras supusiera un problema más allá de alguna
peleílla en rebajas que se salda con un forcejeo.
Y creo que
nunca me lo había planteado porque no he sido educada en la inclusión (de
hecho me falta tanta educación en ese aspecto que no sé cómo abordar este tema
de manera correcta así que disculpadme si en algún momento algo resulta
ofensivo porque no es mi idea).
Empezaré por
el principio, por una cafetería madrileña un domingo lluvioso de noviembre a
las cinco y media de la tarde. Sumamos en total siete personas (tres
de ellas periodistas, dicho sea de paso) y una perra guía que
ocupan seis sillas de patas metálicas y una de ruedas. Lo que tenemos en común
es que a todas nos interesa la moda y la
imagen de una manera o de otra.
Parece
el principio de una novela de Agatha Christie pero es un meet-up (en
castellano, una quedada) organizada por Being Inclusive, que se definen como “una empresa social de moda inclusiva” que busca que la industria de la vestimenta
englobe no solo diversidad corporal sino funcional.
Algo bastante
lógico ya que la moda es uno de esos sectores que prácticamente (algo también
extraño, por cierto) apenas ha cambiado en los últimos 50
años, por lo que
“es donde más barreras se pueden romper” opina una de las participantes.
Que la
pasarela se convierta en una plataforma de difusión de la
diversidad humana me parece aún un destino lejano de un camino
largo, pero aquella reunión fue lo más parecido a un primer paso que puedo
imaginar.
Todo se reduce a pensar un poco en los demás. En que no solo podemos ser tallados por una
altura o un peso, sino a que también hay personas invidentes, con un pie dos
tallas más pequeño que otro o con una ostomía, como es el caso de Encarna, que
también tiene derecho a lucir ropa interior bonita. Todas somos reales porque
esto no es una guerra de quién más o quién menos ya que todas tenemos la suerte
de existir.
Pero sí hay
mucho de aceptación personal y de aceptación por parte de los demás en
esto: “Tenemos que comprender que hay gente que nace para vivir de pie y
gente que nace para vivir sentado en una silla de ruedas” dice Ana.
“Nunca se van
a atrever a hacer cambios porque es un reto social“, dice la periodista, que, además de deportista
paralímpica acude a la cita con parálisis cerebral como “compañera de viaje”
según nos comenta.
Quiere que se
muestre un abanico en la pasarela: “He llamado dos veces a la Fashion Week y a
la 080 de Barcelona y en cuanto me reconocían, me colgaban directamente”. Su
idea sería un desfile inclusivo pero “que no sea solidario de esos que salga la
modelo de la mano con el discapacitado, que se profesionalicen las modelos con discapacidad“.
Potenciar que
las empresas del sector se involucren e introduzcan más diversidad en las
propias campañas, talleres de automaquillaje que también pueden servir de
rehabilitación porque son actividades motoras, adaptar la ropa a los diversos
cuerpos, que los medios de comunicación ofrezcan información accesible,
campañas fotográficas que celebren las cicatrices o diseño de ropa “hazlo tú
mismo” son algunas de las ideas que sugieren como pasos en el camino a la inclusión.
Fuente:
http://blogs.20minutos.es/mara-viste-y-calza/2016/11/21/modelos-discapacidad-moda-inclusiva-diversidad-funcional/
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